Por: Germán Danilo Hernández.
Las anchetas son canastas o recipientes surtidos con diferentes productos de consumo que, decorosamente presentados, suelen regalarse en Colombia, especialmente en época de Navidad. Este tradicional obsequio que entregan algunas entidades públicas a familias, las empresas a sus empleados, o que se comparten entre amigos y familiares, tiene el propósito implícito de suministrar las mercancías más apetecidas de la temporada y con ello satisfacer los gustos de quienes los reciben, como un simbólico bono de felicidad.
En un año tan singular como el que está por terminar, en el que el encierro, las angustias, el dolor y la pena hicieron de muchas personas el pan de cada día, las expectativa y deseos de Navidad cambiaron sustancialmente. Entre rezos de novenas y cartas al niño Dios, abundan las esperanzas de supervivencia, y la ilusión de que en las anchetas aparezcan, acompañando a la botella de vino, algunas dosis de vacunas salvadoras.
En medio de esas expectativas y como si se tratara de un regalo navideño, el gobierno colombiano anunció la próxima compra y aplicación de millones de vacunas contra el Covid 19, la primera que entra a la canasta de deseos, pero no la única que necesita este país para salvarse de las múltiples plagas que le agobian.
Salvo aquellos jóvenes escépticos, que consideran que la pandemia es una farsa, una maniobra de manipulación y de dominación de gobiernos sincronizados, y que la vacuna anunciada tiene exclusivamente el propósito de inocular un micro chip en todas las personas para tener un mayor control sobre sus vidas, las grandes mayorías, especialmente quienes han sufrido la pérdida de familiares y amigos, esperan el pinchazo en el brazo, o en el trasero, como una opción para mantener por más tiempo su presencia en esta dimensión.
Como el Covid es solo uno de los grandes males que nos agobian, soy de los que sueñan con que en esta Navidad, la vacuna de Pfizer o cualquiera que sea efectiva, llegue en las anchetas con otros componentes que permitan la inoculación masiva en Cartagena, Colombia y en el mundo entero, para erradicar de una vez por todas los virus de la indiferencia, la indolencia, la arrogancia, la voracidad económica, la corrupción, la intolerancia, la estupidez, la mediocridad, entre otros, y que potencialicen la sensatez humana.
Tras haber sorteado en este año una de las más duras pruebas en materia de salud, y poder celebrar con los míos la oportunidad de seguir vivo, estoy convencido que el mejor regalo para dar y recibir en esta época de recogimiento y de reflexiones es el que alimenta los mejores sueños y esperanzas; por ello la alusión a estas anchetas especiales son solamente un pretexto para desear a mis lectores vida, salud y dicha. Feliz Navidad y un año nuevo de grandes oportunidades.