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¡Basta de feminicidios!

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Por: Rafael Castillo Torres. Sacerdote de la Arquidiócesis de Cartagena.

Alarmantes y desconcertantes los múltiples feminicidios que durante este año hemos vivido en Colombia y particularmente en Cartagena y Bolívar. Según los datos estadísticos de la Red de Mujeres, en Colombia han sido asesinadas 450 mujeres en lo que va corrido del presente año, siendo los departamentos más afectados: Antioquia con el 19,5 %, Valle del Cauca con el 16,4 %, Atlántico 7,1 % y Bogotá que registra el 6,6 %.

Bolívar y Cartagena no son la excepción. Un feminicidio escandaloso, como cada uno de los 10 que se han dado este año, se registró recientemente en Arenal del Sur, con una mujer anciana (80 años) quien fue golpeada, en su propia casa, dejándola completamente irreconocible. Amén de la niñita víctima de una bala perdida en una persecución en Magangué.

Frente a estos hechos de inseguridad que además son un problema de interés en salud pública, nos preguntamos qué medidas necesarias se están gestionando y qué recursos urgentes se están aplicando para garantizar la vida y la dignidad de las mujeres en Cartagena y Bolívar.

¿Somos conscientes de que estas situaciones de riesgo y acciones contra la mujer se han incrementado y se van a seguir incrementando en este contexto de confinamiento que todavía hoy no tiene punto final? ¿Nos dice poco la manera como han sido asfixiadas, incineradas y asesinadas, después de haber sido abusadas? ¿Qué tanto conocimiento y apropiación hay en todos nuestros estamentos de la Ley 1761 de 2015 que considera este crimen como un delito autónomo, en que el agresor no puede hacer preacuerdos con la Fiscalía y que la rebaja de penas, en caso de que llegue a aceptar unilateralmente los cargos ante un juez, es mucho más reducida que la de otro crimen? Todo feminicidio es el cierre, triste y doloroso, de una historia de maltratos verbales, violencia física y abusos de todo tipo.

Muy a pesar de las notorias precariedades de nuestro sistema de justicia, de las situaciones en que se encuentran las Comisarías de Familia y los exiguos recursos de la Defensoría del Pueblo, es bueno que se nos diga cuáles son sus prioridades en términos de abordajes y garantías de protección y sus principales énfasis en este tema, o si por el contrario solamente se han concentrado más en el uso de la fuerza, antes que en la protección de la vida de las mujeres. Tengo por cierto que la impunidad en estos casos da como resultado que los agresores y victimarios se mantengan en su conducta perversa. ¿Qué hay detrás de toda esta agresión hacia la mujer?

Lo primero es que los varones, todavía hoy, seguimos sospechando de las iniciativas de la mujer y reaccionamos, secretamente, contra cualquier planteamiento que ellas nos hagan y que ponga en peligro nuestra situación de privilegio frene a ellas.

Lo segundo es que, para justificar el ridículo de nuestra supremacía masculina, seguimos creyendo que nosotros, los varones, somos los únicos que realmente importamos, mientras que las mujeres existen únicamente por referencia a nosotros. ¡Cuánta estupidez junta!

Lo tercero es un llamado que hago a tomar conciencia de que esta relación de dominio no es algo natural, sino una estructura y un comportamiento viciados por nuestro egoísmo y la injusta imposición de unas relaciones de poder. Relaciones que debemos combatir y transformar si queremos vivir con menos pesares y tristezas.

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