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9 octubre 2022
Por: Emilio Gutiérrez Yance
Su familia y sus compañeros pensaron que ya no volvería a la Institución donde ya completa casi siete años de servicio, pero su deseo de servir pudo más que las lesiones y las amenazas que recibió luego de aquel doloroso episodio que por poco la lleva a la tumba.
Bolívar. La presencia de un hombre con un revolver en la pretina del pantalón en el sector Cuatro Vientos del municipio de Arjona, Bolívar, alertó a la patrullera Carolina Correa Berrio quien hacía vigilancia motorizada en horas de la noche. Era sábado, 20 de enero de 2019. Lejos estaba de imaginar que esa capacidad de observación y su compromiso de cumplir con su deber para garantizar la seguridad, estaban a punto de colocarla en el delgado hilo de la vida y la muerte.
Recuerda que se bajó de la motocicleta donde iba de parrillera y procedió a solicitarle al hombre un registro, pero este salió huyendo y es cuando se inicia una persecución, ella observa que este intenta sacar el arma que lleva guardada y decide hacer un disparo de advertencia, pide apoyo por el radio y sigue corriendo detrás de aquel hombre que giró y le dispara impactándola en la parte pélvica por debajo del chaleco antibalas. “Sentí un quemón, era como si agarrara un carbón encendido, me desplomé y del mismo dolor comencé a vomitar”.
El proyectil calibre 32 le provocó siete perforaciones en los intestinos, “si es una 38 o 9 mm, no estuviera echando el cuento”.
El apoyo llegó y de inmediato en medio del desespero fue trasladada en otra motocicleta al hospital de aquella población ubicada al norte del Departamento de Bolívar, en el camino se caen y con el mismo impulso se levantan, el objetivo era salvar a su compañera que estaba adolorida por aquel intenso dolor. No había sangre en su ropa, pero la hemorragia interna poco a poco le estaba arrebatando la vida.
“El medico comienza a revisarme y me dice que solo fue un rozón, solo se me veía un pequeño orificio, el dolor era impresionante, ya casi no podía hablar y deciden remitirme en una ambulancia que a toda velocidad en medio de la madrugada me trajo hasta la Clínica Madre Bernarda de Cartagena, donde los médicos me palparon y deciden sin más pérdida de tiempo intervenirme quirúrgicamente”.
Se estaba quedando sin fuerza “llamen a mi mamá” le dijo al compañero que la acompañaba y quien le pedía angustiado que no cerrara los ojos. Sus padres estaban en Lorica, Córdoba, el pueblo que la vio nacer un 21 de febrero de 1997.
Desde el momento en que recibió el impacto a su mente llegaron recuerdos tristes y felices de su vida, pensó que se iba a morir, solo quería despedirse de sus padres, quienes llegaron esa misma mañana cuando por fortuna los médicos y la fe en Dios le habían dado otra oportunidad de vida. La cirugía duró más de tres horas. Afuera sus compañeros oraban pidiendo por su vida y celebraban su regreso.
Estuvo seis días en la clínica, los médicos le reconstruyeron los intestinos, pero las secuelas quedaron. Hoy sufre de colon irritable y asegura que a veces le falla la pierna izquierda. No pudieron extraerle el proyectil que amenazaba con arrebatarle la vida, aun lo lleva dentro.
Estuvo incapacitada casi siete meses, su familia y hasta sus compañeros pensaron que ya no volvería a la Institución donde ya completa casi siete años de servicio, pero su deseo de servir pudo más incluso que las lesiones y las amenazas que recibió luego de aquel doloroso episodio que por poco la lleva a la tumba.
El hombre que le disparó fue capturado, y muy a pesar de los delitos que le imputaron como porte ilegal de armas de fuego, tentativa de homicidio y violencia contra servidor público, quedó en libertad, no conforme con esto continúo intimidando de muerte a la patrullera.
Sin embargo, ella nunca se amilanó y siguió cumpliendo con su deber constitucional que es de proteger la vida, la honra y bienes de todos los colombianos.
No volvió a patrullar las calles, ahora está en labores de oficina y como lleva cinco semestres de derecho, es asesora en temas jurídicos. Su vida cambió ya no es la misma mujer, pero tiene la certeza que esta nueva oportunidad le permitirá seguir sirviendo a los demás haciendo eco de aquella premisa que reza “quien no vive para servir, no sirve para vivir”.