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Por: Germán Danilo Hernández
Los calambres musculares son tensiones repentinas e inesperadas que afectan a muchas personas, en su mayoría físicamente activas, inclusive a deportistas de alto rendimiento. Cuando ocurren suelen ser muy dolorosos y aunque no representan peligros vitales, en ocasiones pueden generar molestias posteriores.
Este tipo de contracciones se presentan por lo regular en las piernas, luego de intensas jornadas laborales o de ejercicios, pero también pueden surgir en situación de reposo. Si quienes las padecen hace parte de un equipo de trabajo, estudio o deportivo, la afectación puede impactar a todo el conjunto en el logro inmediato de sus resultados, porque no solamente se inhabilita al individuo, sino que algunos de sus compañeros suspenden las actividades para atenderlo, y ello podría dar al traste con el rendimiento esperado del grupo.
Esta introducción no corresponde precisamente a un artículo científico u orientado a ofrecer alivio a quienes padecen de este tipo de malestares motivados en múltiples causas. Podría eventualmente asumirse como una interpretación sicológica o una metáfora para ilustrar las actitudes e intenciones de algunas personas que buscan generar en otros, de manera deliberada o ingenua, un efecto predeterminadamente dañino, similar a esas dolencias.
El “efecto calambre” existe en diferentes niveles de relacionamiento, sin distingos de niveles sociales, económicos, culturales, o profesionales. Aunque tal comportamiento no se estudia desde la psicología clínica, se le considera asociado a otras patologías como las malquerencias, el resentimiento, la envidia y la cizaña.
Quienes así actúan se sienten frustrados, incómodos o superados por quienes realizan tareas, que por cualquier razón a ellos no les es posible cumplir con similar nivel de eficiencia o de éxito, y entonces se proponen quebrantar a sus “oponentes”, para con ello debilitar al equipo de sus desafectos.
Para ello escogen de manera selectiva a quienes puedan convertir en blanco de sus inquinas, para lo cual construyen el “efecto”, mediante interpretaciones sesgadas, medias verdades, comparaciones absurdas y descalificaciones públicas, con las que buscan punzar y hacerlos caer; no por responsables de ilícitos o irregularidades, sino por representar perfiles incómodos, apuntando a minar la confianza y credibilidad que han ganado con su trabajo.
Los calambres reales se atienden con reposo, reactivación moderada de ejercicios y ocasionalmente con tratamientos médicos, pero como el “efecto calambre” casi nunca llega a causar traumatismos severos, la fórmula para quienes lo afrontan es ignorar a sus creadores, eludir sus provocaciones y seguir pedaleando por la vida con las manos limpias y la frente en alto.