Primera radiocirugía intracraneana sin marco estereotáxico en Cartagena, practicó el CHSM
10 febrero 2022
«Somos el cambio que Colombia necesita»: Coalición Centro Esperanza
11 febrero 2022

En honor a Miguel Hernández

Por: Orlando Díaz Atehortúa

“En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla 
se amamantaba. Pero tu sangre,  escarchada de azúcar,  cebolla y hambre”

Un 28 de marzo de 1942 muere, víctima de tuberculosis, el poeta Español Miguel Hernández. Murió en prisión, pero su mayor pena no estuvo relacionada con las restricciones a su libertad, ni mucho menos por tener que esperar a la parca en la “ergástula”. Josefina, su esposa, lo notificó mediante una carta -noticia que le partió el alma-, que a su hijo solo lo podía alimentar con restos de pan y cebolla. Miguel entonces encontró, a través de la poesía, una maravillosa manera de dar a conocer sus impresiones de tan triste momento y lo hace con el poema “Nanas de la cebolla” citado al inicio del presente artículo.

Esas condiciones de extrema pobreza las viven por estos días muchos niños colombianos y son noticias que impactan y que causan perplejidad -y no sabemos si llorar o reír-, ante la impotencia. Sin embargo, nuestro primer mandatario desmiente tal contexto ante el periodista Martin Ahrens en entrevista publicada por el diario “El País” de España (6 de febrero 2022): “yo respeto la protesta social pacifica (…) pese a ello logramos el mayor crecimiento económico en casi ciento quince años”. Más adelante relaciona: “les guste o no les guste a muchos, este gobierno deja la mayor inversión social en la historia de nuestro país”.

Sin embargo, la otra cara de la moneda nos la muestra el periódico conservador “El Colombiano”, cuando el 9 de febrero de 2022, da cuenta de un cuadro terrorífico al reportar que en enero de estas calendas, el hambre cobró la vida de veintinueve niños menores de cinco años en Colombia (según el Boletín epidemiológico semanal del Instituto Nacional de Salud, órgano informativo revisado por el Ministerio de Salud). Desde el año 2021, se conocía que por “causas probablemente asociadas con la desnutrición, en la primera semana de enero se reportaron dos casos de muertes, “posiblemente” por hambre y tenemos que ya para el año 2022, en la misma semana, la cifra se aumentó en cinco casos. En la segunda semana, se presentó la muerte de seis niños (el doble que en el año 2021). Para la tercera semana, se notificó la muerte de doce niños, y del veintitrés al veintinueve de enero, se presentaron seis muertes, y se reitera, que se trata de menores de cinco años.

El artículo 44 de nuestra Constitución Política consagra, que son derechos fundamentales de los niños ”la vida, salud y la seguridad social” y se insiste en que: “los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás”. La norma constitucional se consolida como un mandato de buenas intenciones pues la realidad es muy distante de tan hermoso enunciado.

En la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional de Colombia (ENSIN), del año 2015, la Asociación Nacional del Banco de alimentos de Colombia (Abaco) relacionó que el 54.2% de la población colombiana vive en inseguridad alimentaria. El Ministerio de Salud reveló que el 10.8% de niños menores de cinco años en nuestro país, presentan desnutrición crónica (más de quinientos niños en estado de desnutrición). El DANE, según sus cifras, el 42.5% de la población (veintiún millón de personas) viven por debajo de la línea de pobreza (con ingresos mensuales de trescientos treinta y un mil pesos) y de esos veintiún millones, el 15.1% (7.4 millones de personas) viven en una pobreza extrema con ciento cuarenta y cinco mil pesos de ingreso promedio mensual.

El hambre crónica, es una situación muy preocupante y que afecta al país pues golpea fuertemente a los más débiles: los niños y ancianos. Parodiando al pontífice Francisco, tenemos que “acumular en caridad como la capacidad de compartir, de no permanecer indiferentes delante de las necesidades de los otros”, pero de verdad, queda muy mal parado el gobierno, con estas alarmantes cifras. Las urnas nos permitirán demostrar que somos somos un pueblo fuerte y luchador, y que al final del túnel se divisa una luz.

Nos dice Mario Benedetti en su poema “Noción de Patria” que:

“Cuando vivo en esta ciudad sin lágrimas/que se ha vuelto egoísta de pura generosa/que ha perdido su ánimo sin haberlo gastado/pienso que al fin ha llegado el momento/de decir adiós a algunas presunciones/de alejarse tal vez y hablar otros idiomas”.