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¡Fuerza Olga!

Por: Germán Danilo Hernández.

Conocí a Olga Acosta Amel cuando ambos canalizábamos nuestras energías juveniles a través de actividades culturales; coincidíamos en la afición por el teatro, yo integraba entonces el TEUC (Teatro Estudio Universidad de Cartagena) y ella “El pretil”, otra agrupación dirigida igualmente por el Maestro Jaime Díaz Quintero (q.e.p.d).

Era, como lo siguió siendo, una mujer bella, dulce y con un carisma especial. La vida profesional nos llevó por senderos diferentes, pero eventualmente coincidíamos en algunos escenarios asociados a la educación, la comunicación o la cultura, señales que demostraban continuidad en los temas que nos apasionaban.

En 2008, cuando ya Olguita había consolidado su prestigio como educadora y gozaba de amplia simpatía entre profesores, estudiantes y padres de familia de Cartagena, nos reencontramos en causas comunes. Hicimos parte del equipo de gobierno de la alcaldesa Judith Pinedo Flórez, ella como directora de la Escuela de Gobierno y Liderazgo, y yo como asesor en comunicaciones.

Su gracia, dinamismo y energías se habían fortalecido, su pasión por la defensa de la educación, y su persistencia por la transformación social de Cartagena para lograr mayor equidad y justicia, eran solo comparables con la devoción que siempre ha sentido por su familia. Desde entonces, hemos conservado esporádicos contactos profesionales y de amistad; la admiro como líder, trabajadora incansable y por su capacidad de generar empatía. Siempre está presta a escuchar, dar consejos y a ser solidaria, con quien lo necesite.

Celebré, al igual que muchas personas, su designación en el 2020 como Secretaria de Educación del Distrito, por considerar que es un merecido reconocimiento a una profesional de altas calidades y a un ser humano maravilloso.

«Olga siempre ha sido una mujer de luz», escribió recientemente en un chat de WhatsApp su esposo Javier Oliveros, quien con su hijo Orlando, se han convertido en los voceros de la familia para informar a todos sus amigos y conocidos, sobre la evolución de su salud, tras haber sido contagiada con el Covid y ser hospitalizada con delicadas complicaciones.

Esa luz que siempre irradia Olga Acosta, es la que ha motivado a muchas personas, tal vez más de las que ella podría imaginar, para unirse y transmitirle energías por su pronta recuperación. Unos lo hacen motivados por la fe, en fervientes cadenas de oración, otros encendiendo una luz en las noches, y unos más recordando entre lágrimas y risas sus anécdotas comunes.

Mis limitaciones en la religiosidad, que no comprometen mi espiritualidad, me llevan a pensar muchas horas en Olguita, a imaginar que me escucha haciendo fuerza por su pronta recuperación. Este escrito es mi compensación a la ausencia de rezos por ella y al abrazo solidario que no he podido dar físicamente a su familia. Se, que podrá leerlo, y para entonces estará de vuelta con los suyos, con la plenitud de sus facultades físicas, mentales y emocionales, y al frente de sus luchas por una Cartagena que la admira y la espera.
Sea esta también mi forma de “orar” en público por todos quienes luchan por ganarle la batalla a la pandemia y por los que esperan consuelo ante el infortunio.