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La pandemia no es como la pintan … (I)

Por: Fredy Machado, Abogado.

El MEME más interesante que he visto en estos días, es la imagen de un tigre nadando en aguas profundas, confundido y que alza su vista al cielo en señal de confrontar a un ser superior “¿Dios por qué me colocaste en estas circunstancias?”. Esa imagen, se me ocurre, recrea el contexto exacto que estamos afrontando en estos días de Covid-19.

El interrogante del MEME aparece en la parte superior de la imagen pero lo más extraordinario, por lo mágico y lo místico, es la respuesta. En la parte inferior se puede leer: “¡porque tus enemigos no saben nadar!”

La respuesta es inesperada y de alguna manera permite justificar los designios de Dios, ante la dura temporada de Pandemia, que por momentos nos derrota. Lo cierto es que, parodiando al tigre del MEME, la crisis actual nos invita a creer en nosotros y en la posibilidad de lanzarnos a nadar en las aguas de nuestra vida interior, como fórmula feliz que permita sobrellevar esta dura jornada.

Y, hablando de corrientes, los Estados tomaron dos opciones. Una, el aislamiento social preventivo o cuarentena y la otra, la normalidad, es decir, continuar con las rutinas y optar por una cuarentena voluntaria.

Las dos estrategias han fracasado ante la contundencia y potencia de una Pandemia que se ha ensañado con tanta indisciplina social. Los números de contagiados y de resultados fatales, lo dicen todo. En los Estados que tomaron la opción de la cuarentena, su economía se fue a pique y los otros Estados, si bien su economía también se encuentra afectada en grado menor, los estragos en el número de personas contagiadas, así como las altas cifras de fallecidos con ocasión del virus, son escandalosas (Brasil o EEUU).

Y, lo cierto es que los médicos especialistas en epidemiología, tienen grandes incertidumbres y no se tiene noticia de la vacuna, que como fórmula mágica, nos regrese a la normalidad. Luego, imposible exigir certezas a los demás mortales, los que miramos con impotencia el actual estado de cosas.

Desde luego que existen héroes. Los médicos, los enfermeros, los trabajadores de grandes súpertiendas, los taxistas, los porteros de edificios, la policía, etc.

Los hombres, se suponía equivocadamente, éramos los amos de la naturaleza y la desafiábamos, y ahora regresamos temerosos a la cueva y al encierro cual tribu desamparada en los primeros tiempos de la evolución de la especie.

De la dinámica de la cuarentena, nos duele no visitar a nuestros padres y abuelos pues su compañía nos llena de fortalezas. Los progenitores y nuestros mayores, nos transmiten calma y seguridad pues manejan la paciencia y la sabiduría en espera de tiempos mejores.

Lo bueno ha sido la convivencia más profunda con nuestros hijos y la posibilidad de conocer más de sus gustos y de sus aspiraciones. Incluso, les hemos asignado tareas, compartimos juegos y hasta experiencias en la cocina.

También es bueno que los hijos comprueben cómo se ganan la vida sus padres y cómo es el trabajo en casa con ocasión de esta temporada de pandemia. Esa experiencia tiene la capacidad de neutralizar su desmedido afán consumista. Lo dijo un campesino del Bolívar Grande el otro día, no hay nada que neutralice más a los “pelaos” en su afán por comprar cosas innecesarias y de buena marca, que el hecho de ser espectadores de cómo se ganan la vida sus progenitores.

La corriente, aguas abajo, le permiten al tigre mirarse en las aguas y observar como se lame el bigote con la suficiencia heredada de sus antepasados. Es entonces cuando se nos ocurre, esperar mejores días, y evocar ese antiguo dicho con el que se descalifica a los felinos: “el tigre no es como lo pintan”.