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Literatura y vallenato

Por: Freddy Machado

APUNTES SOBRE UNA IMAGEN DE ROJAS HERAZO Y UNA FRASE DE TOLSTÓI EN RELACIÓN CON LAS COMPOSICIONES DEL VALLENATO CLÁSICO (Y GABO NO PODÍA ESTAR AUSENTE)

A Mauricio Pichot.

El maestro Rojas Herazo expresó alguna vez que la experiencia de convivir en un pueblo -e interactuar con sus habitantes de manera directa-, nos posibilita ver representados los roles de esa sociedad. Esto no suele ocurrir en las grandes urbes pues por su exagerado número de pobladores, se impone el anonimato.

En la provincia, se ven pasar (personificados) al alcalde, al agiotista, al cura, al homicida, al juez, al maestro, al rico, etc.

Desde esa perspectiva, los cantos de vallenato clásico, por ese origen provinciano, también generan la posibilidad de acercarnos a temas universales (amor, desamor, vida, muerte, guerras, odios, el inexorable paso del tiempo…), todo ello a través de personajes locales y en los mismos términos de la idea e imagen planteados por Rojas Herazo.

Veamos:

“Un hombre que está más sucio que un rancho solo se viene a limpiar las uñas con mi honradez“ en Isabel Martínez de  Germán Serna.

“Dónde quiera que uno muera, ay hombe, todas las tierras son benditas…” en Alicia Dorada de Juancho Polo Valencia.

“Tendré que vender la casa, porque todo aquel que pasa, me pregunta por la dueña…” En la Casa de Carlos Huertas.

“Cómo pasan los años, y ni siquiera nos damos cuenta…” En Los tiempos cambian de Alfonso Zuleta.

“Bésame todos los días, hasta la hora de la muerte y más allá de la muerte, no me olvides vida mía…” En Confidencias de Gustavo Gutiérrez.

“Soledad que no vienes a mi, que no ocupas un sitio en la nada… “ En Cadenas de Rosendo Romero.

“Cuando pasas, a mi lado, quedo mudo; como el cielo, sin las aves veraneras…” En Volver a la Ternura de Iván Ovalle..

“Quiero robarle los minutos a las horas, pa’ que mis padres nunca se me pongan viejos, quiero espantar la mirla por la media noche y reemplazar su nido por un gajo de luceros…” En Noche sin Luceros de Rosendo Romero.

“El día de su muerte yo estaba tan lejos, que no pude verlo ni cómo moría… “ En Mi Gran Amigo de Camilo Namen.

“Ella fue… de mi mar las arenas, testigo de mis penas, mi principio y mi fin…” En Luna de Julio César Rocha.

“El hombre que trabaja y bebe, déjenlo gozar la vida”. En La Caja Negra de Rafael Valencia.

“Tengo el corazón alegre, como una fiesta de pueblo, pero si te vas mi negra, no habrá nada que lo alegre, sólo vestirá de duelo…” En Relicario de Besos de Fernando Meneses.

“Hay grandes penas que hacen llorar a los hombres; a mi en la vida me ha tocado de pasarlas” En Rosa Jardinera de Ildefonso Ramírez Bula.

“Buscando consuelo, buscando paz y tranquilidad; el Viejo Miguel del pueblo se fue desconsolado” En El Viejo Miguel de Adolfo Pacheco.

Y sin duda, son muchos los ejemplos -textos y contextos- de esas composiciones vallenatas clásicas que nos acercan y nos concilian con los ejes temáticos de la literatura pero, de alguna manera Tolstói se encargó de definir tal fenómeno en su famosa frase: “Escribe sobre tu aldea y serás universal”- y Gabriel García Márquez, un literato más cercano, se recreó citando a Escalona en uno de sus mejores textos.

En su novela corta El Coronel no tiene quien le escriba, el personaje, un militar en uso de buen retiro (y que vivió su proceso, a la manera de Kafka o su drama, a la manera de El Viejo y el Mar de Hemingway), confesó sus temores ante el riesgo de terminar retratado en uno de esos cantos vallenatos al salir a vender su viejo reloj.

El diálogo del Coronel con su mujer, es el siguiente:

“-Nada de hablar por la mañana precisó ella-. Le llevas ahora mismo el reloj, se lo pones en la mesa y le dices: ”Álvaro, aquí le traigo este reloj para que me lo compre”. El entenderá enseguida.

El coronel se sintió desgraciado.

-Es como andar cargando el santo sepulcro -protestó- si me ven en la calle con semejante escaparate me sacan en una canción de Rafael Escalona”.

Y no son exageraciones -decimos nosotros- ni muestras de realismo mágico pues son muchos los vasos comunicantes que evidencian que sigue vigente la relación entre el vallenato y la literatura desde que Gabo, modo: “mamadera de gallo” llegó a comparar a Cien Años de Soledad con un vallenato de trescientos páginas… Urge entonces volver a la temática esencial de los juglares como Duran, Escalona, Huertas, Leandro, Molina, Valencia, Zuleta y otros más, para indagar por esa universalidad inspirada en la magia de las provincias de nuestro Caribe.