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Más allá de los protocolos

Por: Danilo Contreras, Abogado especialista en Derecho Administrativo y Magister en Derecho Público

La preocupación por estos días se centra en la denominada reactivación económica. No es para menos luego de los estragos naturales de una prolongada cuarentena que ha dejado en la quiebra a amplios sectores de la producción local entre los que destaca el sector turístico y de servicios asociados, entre otros.

Muchos ciudadanos preocupados esperan con inquietud las medidas de aislamiento “selectivo”, como le han denominado los tecnócratas a las disposiciones según las cuales se contendrá el aumento de contagios en la reapertura de la economía.

No me detendré en la crítica de esas medidas, y solo diré que es muy probable que se queden en eso, protocolos o formalidades, si no se consolida una cultura ciudadana alrededor del auto cuidado y del cuidado solidario del otro, en una especie de circulo virtuoso, que nos concientice de que si me cuido del contagio, cuido de aquellos que están cercanos a mí, en especial familiares y compañeros de trabajo.

Me enfocaré más bien en la manera como la ciudad enfrentará la crisis, pues poco o nada se habla de ello desde la administración distrital haciendo que la incertidumbre por el futuro crezca.

Iniciemos por decir que no se encuentra una visión estratégica sobre la manera como enfrentaremos este reto y eso queda plasmado en el Plan de Desarrollo vigente. En efecto, la lectura del artículo 2do del acuerdo 027 de junio de este año que lo contiene, de manera poco imaginativa reproduce la visión planteada en el POT de 2001 (que está en mora de ajustarse), señalando que  se visiona la ciudad como una urbe con prosperidad colectiva que conserva su patrimonio y es reconocida como ciudad industrial, portuaria, turística y de negocios en el Caribe, para agregar en el artículo 3o referido al objetivo superior del Plan que este se estructura con fundamento en la necesidad de asumir desafíos futuros y establecer condiciones para “sobreponernos, adaptarnos y encontrar oportunidades innovadoras” en medio de la crisis. En resumen: Retórica pura y dura.

En contraste, el Plan de desarrollo de Bogotá en su artículo 4º señala como visión estratégica que “En 2.024 Bogotá se habrá recuperado de los efectos negativos dejados por la pandemia global COVID -19 en materia social y económica…”, para lo cual adopta como “objetivo consolidar un nuevo contrato social, ambiental e intergeneracional que permita avanzar hacia la igualdad de oportunidades, recuperando la pérdida económica y social derivada de la emergencia del COVID-19”.

En esa perspectiva, la Alcaldesa Claudia López plantea con claridad una política de renta básica permanente que no se restringirá a la pandemia, con lo cual ayudará a salir de la pobreza a las familias más vulnerables de la capital. Pero además anuncia una política fiscal que reacomoda los compromisos fiscales de amplios sectores ciudadanos para exonerar a los más afectados por la crisis y elevar las cargas de aquellos a los que les ha ido mejor durante la pandemia a fin de compensar la estrepitosa caída de los ingresos tributarios en la capital.

En la misma vía, la alcaldesa de Bogotá ha anunciado un empréstito por más de $10 billones a fin de impulsar desde la inversión pública y los circuitos económicos de la ciudad. Proyectos como el corredor verde de la troncal de Transmilenio por la Séptima, el inicio de la primera línea del Metro, así como un plan de apoyo financiero a las Mipymes, entre otros, son proyectos identificados y priorizados.

Mientras eso sucede en la capital del país, en Cartagena poco o nada sabemos sobre la manera como el Alcalde orientará la reactivación, de modo que su anuncio de “irrigar miles de millones de pesos” en los barrios pobres de la ciudad se ha quedado en eso, un mero enunciado carente de contenidos y formas.

Entre tanto en el capítulo referido a los “proyectos estratégicos de ciudad” se mencionan las mismas iniciativas que administración tras administración y generación tras generación de líderes gremiales han mantenido en carpeta sin éxito en la ejecución. A esto se suma que no existe claridad ninguna respecto del respaldo financiero de tales obras ni del estado de los diseños de tales proyectos.

Así las cosas el horizonte se nos presenta colmado de nubarrones que impiden concebir un propósito colectivo para salir de los aciagos efectos de esta crisis.