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En el año 2002, en la época del recrudecimiento de la violencia, los habitantes del corregimiento de Piñalito, jurisdicción de Magangué, Bolívar, se vieron obligados a cerrar con un enorme portón y un candado el paso, para que los grupos al margen de la ley no ingresaron a ese poblado, y 18 años después, lo vuelven a instalar pero esta vez para impedir el ingreso de personas que puedan contagiarlos de la epidemia de coronavirus.
Con su propio esfuerzo, construyeron esta pesada puerta de madera y la ubicaron en la entrada a este corregimiento de más de 1.500 habitantes y así evitar que alguien que no sea de allí, no lo dejan pasar y lo devuelven.
La iniciativa surgió de sus pobladores ante el temor que alguien que no sea de Piñalito, pueda llevar la epidemia y contagiarlos, ya que se sienten tranquilos porque ni en Magangué ni en esa población, se ha detectado algún caso de Covid 19.
De esta manera, se tomó la decisión de cerrar con candado todo el día el ingreso al pueblo y solo se permiten casos excepcionales.
Desde las 6 de la tarde y hasta las 5 de la mañana, no puede salir o entrar nadie y solo se abrirá el portón en caso de emergencia.
En redes sociales los «piñaliteros» dieron a conocer la posición que tomaron y una de ellas es Elsa Sampaio Vergara, quien escribió en su cuenta. «Mujeres del corregimiento de Piñalito, Bolívar, se organizan y acogen las medidas para evitar el contagio del Covid 19. Por lo tanto, se le informa a los piñaliteros que viven fuera y a las personas de los demás corregimientos que se abstengan de viajar, ya que no les permitirá el ingreso al pueblo. #víacerrada #mujereslideres.
También otro nativo de este corregimiento magangueleño escribió: «A pesar de no haber casos positivos confirmados en el municipio de Magangué, los habitantes del corregimiento de Piñalito tomaron la decisión deconstruir un portón y de esta manera evitar el ingreso de personas provenientes de otros corregimientos. El mensaje es quédate en casa, nosotros estamos bien».
Pero la epidemia de coronavirus también ha tenido sus efectos económicos sobre esta población rural, en donde gran parte de las familias se dedican al cultivo de la patilla y se habían preparado para su festival, el cual se canceló por la pandemia y más de 80 familias dependen de la actividad musical, pero como se han cancelado las presentaciones musicales, la situación se ha tornado muy difícil, dijo Francisco Vergara Gamarra, uno de quienes sienten este golpe fuerte.
A través de un vídeo manifestó su preocupación porque todos los contratos musicales que tenían programado fueron cancelados y no hay quien en esta época los contrate.
Por ello, a nombre de su comunidad pide al gobierno departamental y municipal, que mire hacia esta población y envíe con carácter urgente ayudas alimentarias.