Gobernación comenzó intervención social en El Pozón: 700 atendidos en primera jornada
8 junio 2025
Sicario asesinó a Deyner Casseres Valdez en Nelson Mandela
8 junio 2025

Sin juntanza, no hay confianza

Compártelo:

Por: Roberto Goji

Hoy, más que nunca, crear juntanza es una prioridad estratégica.

Lo hemos visto demasiadas veces. Territorios con potencial. Proyectos bien financiados. Personas con ideas brillantes y una genuina disposición a aportar. Y, sin embargo… el avance no ocurre. O no dura. O no transforma lo que realmente necesita ser transformado. No por falta de capacidad técnica. No por escasez de recursos. Tampoco por carencia de voluntad. Lo que realmente falta —una y otra vez— es confianza. Confianza real. No la que se firma en convenios, sino la que se construye en los vínculos. La que se gana con tiempo y coherencia. La que se siente cuando alguien dice: “Aquí puedo estar. Aquí puedo construir”.

Y esa confianza no se improvisa. Se cultiva. Se cuida. Se sostiene. Y solo nace dentro de algo más profundo que una reunión o una alianza formal. Nace de la juntanza. Ese espacio humano, político y simbólico donde se teje lo común, donde se escucha de verdad, donde las decisiones no se imponen sino que se construyen en diálogo. Sin juntanza, no hay confianza. Y sin confianza, no hay transformación que se sostenga.

Podemos tener estrategias sofisticadas, plataformas digitales, marcos de acción multiactor, memorandos de entendimiento y consultorías bien pagadas. Podemos armar mesas, convocar actores, firmar acuerdos y hasta tomar la foto perfecta. Pero si lo que hacemos no tiene raíz en el tejido humano, si no hay sentido compartido entre quienes deciden y quienes ejecutan, si no hay reconocimiento mutuo entre quienes piensan y quienes viven los desafíos… todo se convierte en forma vacía. Todo se vuelve esfuerzo frágil. Se nota en los resultados. Se siente en el desgaste. Se percibe en la desconexión emocional y en la fatiga organizativa. Y lo más grave: lo colectivo pierde credibilidad.

Por eso, crear juntanza no es un paso logístico. Es una decisión política, metodológica y ética. Es lo que convierte un plan en proceso, un equipo en comunidad, una intención en transformación real. Es el sustrato sobre el que florecen las colaboraciones que perduran y las innovaciones que importan. Cuando no hay juntanza, todo cuesta más, rinde menos y se sostiene poco. La maquinaria avanza, pero no enraiza. Los logros se muestran, pero no se sienten.

Vivimos en una región donde la desconfianza ha dejado de ser un síntoma para convertirse en sistema. Se ha vuelto parte de nuestra manera de interactuar, de planear, de protegernos. Desconfiamos porque tenemos memoria. Porque la participación fue usada para legitimar decisiones ya tomadas. Porque las alianzas, muchas veces, han sido extractivas y unilaterales. Porque los procesos colaborativos, demasiadas veces, se diseñaron sin colaboración real. Pero si nos quedamos en esa trinchera de sospecha, si permitimos que el pasado nos paralice, no construiremos lo que viene. Solo repetiremos el bloqueo que decimos querer superar.

Por eso, hoy, más que nunca, crear juntanza es una prioridad estratégica. No se trata de sumar personas en una mesa ni de reunir actores alrededor de una causa. Se trata de generar un nosotros real, operativo, emocional, estratégico. Un nosotros que habilite conversaciones necesarias, decisiones compartidas, compromisos asumidos. Un nosotros donde lo diverso no se neutraliza, sino que se vuelve potencia.

La confianza no se decreta. No se activa con discursos inspiradores ni con protocolos impecables. Se gana con presencia, con consistencia, con actos que demuestran que hay algo más fuerte que el interés propio. Se pierde con facilidad, pero también se puede reconstruir si hay voluntad. Y todo eso —la creación, el cuidado, la restauración— solo ocurre en la juntanza.

Juntanza es tejido, no evento. Es método, no tendencia. Es pacto, no formalidad. Es lo que convierte ideas en realidades y actores aislados en sistemas con sentido.

Y sí, exige otro tipo de liderazgo. No el que impone desde el centro, ni el que evita el conflicto por miedo a incomodar, sino el que teje. El que reconoce las tensiones, pero no rompe el vínculo. El que escucha sin defenderse. El que sostiene procesos más allá del ciclo de financiación. El que entiende que sin vínculo, hasta la mejor idea muere huérfana.

La verdadera innovación —la que transforma estructuras, no solo interfaces— nace de ese tipo de juntanza. Porque cuando hay confianza, las personas se arriesgan, se abren, contribuyen. Dejan de proteger su parcela para aportar al campo común. Y entonces aparece lo que ningún actor puede generar por sí solo: la potencia de lo colectivo en acción.

Estas palabras no son solo una reflexión. Es un llamado muy directo a quienes lideran territorios, instituciones, ecosistemas o movimientos. A quienes se preguntan por qué todo avanza tan lento, o por qué todo se fragmenta tan rápido. A quienes saben, en el fondo, que sin relación no hay solución. A quienes están listos para hacer de la confianza una práctica, no un discurso.

Hoy, más que nunca, crear juntanza es una prioridad estratégica. Porque sin juntanza, no hay confianza. Y sin confianza, no hay presente que se sostenga. Ni futuro que se pueda construir entre muchos. Ni transformación que se vuelva irreversible. Ni propósito que se justifique sostener.

Roberto Goji
Ingeniero de Conocimiento, Innovación, Alianzas y Ecosistemas.
linkedin.com/in/robertogoji |

Compártelo: