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El Tribunal Supremo -La Corte única

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Por: Freddy Machado, Abogado

Son muy usuales las visitas de los familiares de los procesados a los tribunales. Unas veces llegan cargados de odios y en otras ocasiones, se muestran convencidos de la “validez” del sistema. Es una dialéctica y una rutina que impide descuidar la misión.

Esas visitas son impredecibles.

Es así. Lo digo por experiencia pues cierto día cuando laboraba en los juzgados del primer piso del viejo Palacio de Justicia, conocí a una mujer que llegó con escándalos, indagando por la identidad del Juez tal como en el cuento del mediodía. Los empleados dudamos en señalarlo pues temíamos lo peor (una usuaria iracunda capaz de emprenderla contra el togado).

La mujer, ante la sensación de tener cerca a su objetivo, le subió el volumen a su algarabía pues mostró su infinita emoción ante la posibilidad de conocer al administrador de justicia. Descartadas ciertas posibilidades de riesgo, el Juez tomó la iniciativa de hacerla pasar a su despacho y de viva voz pudo conocer la verdadera historia del “Tribunal Supremo” y la que hoy, como decían los narradores de los cuentos de los abuelos, sale por primera vez a la luz pública.

Ocurrió que el Juez había condenado al hijo de la mujer
por el delito de Tentativa de Homicidio. Sin embargo, la usuaria, en vez de mostrase molesta, se ufanaba de la certeza de una providencia que más allá de toda duda, declaraba responsable a su hijo de un punible tentado.

La visitante le hizo saber al Juez que ella no era fácil de engañar y que se había dirigido hasta el mismo Tribunal Supremo para saber, si la conducta de su prole, al haberla emprendido con arma blanca en contra de un vecino, ameritaba los años de condena impuestos.

Y, como el juez desconocía de la existencia del tal “Tribunal Supremo”, muy convencido de que se trataba de un equívoco, corrigió con soltura a la mujer.

En tono enérgico señaló:

– Dirá UD. la Corte Suprema de Justicia, mi señora…

La usuaria volvió a mirar al Juez como reclamándole por tanta inocencia y ajenidad con el contexto.

La mujer insistió en que no había tal desacierto e inconsistencia pues cuando se refería al tal Tribunal Supremo era el Juez quien tenía un absoluto desconocimiento del tema ya que esa Corporación ejercía jurisdicción y mando, con competencia y pleno uso de sus facultades.

El juez exigió más detalles a la mujer pues dudó y llegó a la conclusión que era una grosería hacer parte de la administración de justicia en un país donde florecen tantas reformas judiciales sin importar si se está en invierno o en verano.

Entonces se enteró o vino a saber —por boca de aquella usuaria—que el Tribunal Supremo no es otra cosa que la sesión informal que en los patios de las cárceles realizan las personas privadas de la libertad y en donde con suficiencia y con la experiencia de los años, se realizan diagnósticos y pronósticos a cerca de la suerte de los internos recién llegados por parte de sus pares.

En el tribunal del establecimiento carcelario, la jurisprudencia cruel indicaba que, en los casos de tentativa de homicidio, la supervivencia de la víctima traía consigo un plus negativo pues el testigo y protagonista del suceso, relata a plenitud las circunstancias de tiempo, modo y lugar de los hechos con toda comodidad.

Que se tenga noticia, solo hasta la visita de esa mujer, el Juez llegó a tener una verdadera conciencia de la existencia de una jurisdicción paralela.

Del Libro inédito:  JURISIMPRUDENCIAS –fin y principios de siglo-

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