Por: Germán Danilo Hernández
A medida que se aproxima la fecha de la primera vuelta para elegir al próximo Presidente de la República en Colombia, arrecian las posiciones dogmáticas que buscan vender a sus candidatos mediante la implementación de lo que parece ser un manual de desprestigio de los contrarios.
A estas alturas de la contienda, para algunos no valen las propuestas, programas de gobierno, ni siquiera la afinación de carisma del candidato para atraer adeptos. La estrategia imperante se centra en demoler a quien se considere que lleve ventaja en las intenciones de votos, aplicando conocidas estrategias de la publicidad negra, que ha hecho carrera en la comunicación política, las tristemente célebres tácticas del miedo, o la exacerbación de odios y resentimientos, como factores motivantes para ir a las urnas.
Todo ello responde a la premisa de que la mayoría de la gente no vota por razón, sino por emoción, y por tanto corresponde ganar terreno impactando con hechos falsos o ciertos esas emociones. La experiencia nacional demuestra que a pesar de lo perversidad que encierra esa forma de hacer política, surte efecto para algunos intereses, que distan mucho de ser los de todo el país, como efectivamente se venden.
El precio por esas posiciones extremas y dogmáticas puede resultar demasiado caro para la democracia, pero ello parece importar poco para sus promotores, ubicados en extremos aparentemente irreconciliables, quienes incentivan de manera velada o subrepticia una reacción violenta a posibles resultados que no les favorezcan.
En medio de los más recientes escándalos generados por falta de tacto político de un sector y el aprovechamiento desmedido de otro, comienzan a hacer carrera rumores construidos sobre un posible fraude electoral, en el que voceros de las extremas se autoproclaman anticipadamente como víctimas. A esta propaganda de dudoso origen no escapan líderes y personajes, paradójicamente de reconocido prestigio intelectual y de pulcra trayectoria cívica y política.
Resulta una enorme y peligrosa contradicción promover el desconocimiento de los resultados electorales, si estos llegaren a ser contrarios a los propósitos deseados; equivale a construir una trinchera para bombardear la democracia desde sus propias entrañas.
Aún queda algo de confianza en las instituciones de la Nación; corresponde al gobierno no caer en la tentación de experimentar la deplorable y lamentada “estrategia Trump” en la pasada contienda electoral en los EE.UU, pero también es un deber de todos los candidatos en campaña liderar el retorno a la sensatez por parte de sus seguidores y declarar públicamente cuanto antes, que acatarán de manera responsable la decisión que tomen mayoritariamente los colombianos en las urnas. Sea con la continuidad de la derecha, o con la llegada de la izquierda, Colombia debe seguir construyendo su futuro en paz.