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El desprestigio de los expresidentes

Por: Germán Danilo Hernández 

En alguna época de la historia de Colombia, quienes llegaban a ejercer la Presidencia de la República quedaban revestidos de experiencia y de  autoridad moral para fungir como guías en la solución a diferentes circunstancias internas y externas del país. Eran figuras respetadas, admiradas, y de ponderado comportamiento público.

Aunque algunos seguían ejerciendo influencias en sus respectivos partidos o movimientos políticos, solían asumir la actitud de consultores o de consejeros, evitando incurrir en las confrontaciones bizantinas que genera la dinámica política – electoral. Su dignidad y gallardía se imponía para cumplir con los roles que el Estado les otorgó como integrantes de la Comisión Asesora de Relaciones Internacionales, un órgano consultivo del presidente en ejercicio.

Desde hace varias décadas esa dignidad presidencial se desmoronó como consecuencia de las manchas que fueron dejando los mandatarios en sus respectivos períodos de gobierno y posteriormente por la sed de poder que se apoderó de algunos, y que los motiva pretender atornillarse en el protagonismo de vida pública.

Los expresidentes colombianos vivos conforman un circulo de desprestigio que no admiten, y son líderes de procesos que en buena parte reflejan los peores males que tiene la nación. La sombra de los dineros calientes que permitieron su acceso al poder; las revelaciones de chantajes a narcotraficantes para obtener mecanismos de presión a contrarios; la pretensión de ser faro moral del país, desconociendo los monstruos de muerte creados bajo su mando; y las revelaciones de grandes riquezas acumuladas en paraísos fiscales para evadir impuestos en Colombia, son solamente algunos de los sellos personales de nuestros ex, algunos de los cuales continúan bajo la lupa de la justicia.

Esto sin contar que los recelos entre ellos se convirtieron en odios viscerales, que les impiden estar a distancia de vista, lo que conlleva por ejemplo a la vergüenza de que la Comisión Asesora de Relaciones Internacionales no pueda funcionar, porque son incapaces de sentarse a la misma mesa, sin el riesgo de terminar en una confrontación a puñetazos, en el menor de los casos.

Ante el espectáculo grotesco que representan en conjunto los expresidentes colombianos, y la inmoralidad que encarnan varios a nivel individual, independientemente de los cirulos de acólitos que cada uno de ellos tiene, el país exige a gritos su inmediato retiro de la escena pública.

En el plano legal se está en mora de replantear la conformación de la comisión asesora que integran para el manejo de las relaciones internacionales del país, pero en el plano ético y de responsabilidad, convendría que en un acto de verdadera reflexión, cada uno de ellos reconociera que ya su momento histórico pasó, y admitir que lo mejor que le puede pasar al país es que se retiren de una vez por todas a sus cómodas mansiones y fincas en el país o en el exterior, y dejen vivir en paz al resto de colombianos.