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El impacto del término “noviecito” en las canciones vallenatas.

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Por Fredy Machado.

El tema del “noviazgo” siempre ha estado presente en la música vallenata. El nivel más alto lo obtuvo Fredy Molina cuando con orgullo le cantó a su novia querida:

“Ya tengo tus besos ya soy feliz/ al fin esta pena se pudo acabar/
Ya tengo tu amor no hay pa’ que sufrir/ sólo quiero vida pa’ poderte amar (bis)”

En esa canción, con una suficiencia inigualable, Molina describe a su novia y lo hace de una manera sublime:

“Ninguno conoce a mi novia querida/ tiene cabellos largos, mirada serena (bis)/
Me siento morir cuando me mira/ que ojos penetrantes tiene mi morena (bis)”

En “Mi novia y mi pueblo”, en cambio, composición de Octavio Daza, fluye una lírica diáfana. El maestro, después de hacer una descripción exhaustiva de los lugares y de la geografía del poblado que le sirve de marco y referencia a su canto, nos plantea una reflexión muy elocuente…

“Como es natural yo me pregunté/ si el amor de mi novia/como mi pueblo no había cambiado/Salí a buscarla pero no la encontré/ la necesitaba desesperado”

Y, el gran Gustavo Gutiérrez, se encarga de imponer una nota muy alta y sentida con su canto “Mi Novia Querida”. Ivan Villazón es el intérprete y le imprime un tono alto para contarnos de un idilio maravilloso en el que se incluye una faceta misteriosa de la mujer amada…

“Mi novia es tan hermosa y la quiero tanto/ Sus ojos están ausentes cuando me mira/ Cuánto diera por saber lo que está pensando/ Aliviarle sus tristezas, válgame Dios”

Sin embargo, y es el motivo del presente artículo, en la actualidad se incurre con mucha frecuencia en un equívoco por parte de los compositores de vallenato y ello ha permitido que se haya extraviado la esencia en la temática de los novios y el noviazgo. Esa práctica es producto del insoportable afán de seguir apostandole a una campaña de desprestigio e insultos contra la institución del “noviazgo”. Se descuida que los compositores clásicos de vallenato sí estaban comprometidos en resaltar con fascinación lo bueno y lo bello de las relaciones sentimentales.

Se debe insistir en que asistimos a un relajamiento conceptual y que el desconcierto es total. Es decir, se ha perdido el respeto de usanza hasta el punto que despectivamente se habla del “noviecito” con una carga suprema de arrogancia y es un hecho relevante el desvalor absoluto e infinito por ese ser supuestamente ajeno y privilegiado que goza de los favores de la amada.

Esa tendencia moderna se confirma y se sufre en composiciones como “A mi no me importa” de Fabian Corrales caracterizada por un dejo revanchista..,

“A mí no me importa/
Que ya tengas novio
Y que ande contigo por donde tú vayas/ A mí no me importa/ Que para la gente tienes pretendiente
Pero no lo amas.

Es evidente que media una agresividad y una mirada despótica para con el actual novio de la dama protagonista del canto. El coro de “A mi no me importa” es muy sugestivo por el uso y el abuso del diminutivo que resulta peyorativo en exceso.

“Deja ese noviecito que tienes/
Que te debe tener aburrida”

A su vez, el gran Diomedes Díaz también navegó en esas aguas turbias tal como se aprecia en “Brindo con el Alma” Aquí se recrea la vivencia de una madre angustiada que no encuentra cómo hacerle saber al connotado artista que su hija ya tiene un novio. El relato es el siguiente:

“Hoy quiero amanecer/tomándome unos tragos/Ay! brindando con el alma por ella/como lo pueden ver/estoy enamorado/ pero a mi no me falta una pena/ Me enamoré de una niña muy linda/ yo quería llamarla y al fin la llamé/ y que impresión tan grande me llevé/ cuando dije aló contesto la mamá/ No, no me la llames más no me la molestes más (bis)/ Mira que ella está estudiando, tiene su novio y se va a casar (bis)”.

El cantante Churo Díaz es más elocuente y poco convencional en la canción “El Rey” de Wilfran Cantillo pues en tono conciliador plantea una extravagancia…

“Ay, dile al noviecito tuyo que ya llegué/Que si no te deja puede que seamos tres/Que se le acabaron las vacaciones/Que yo soy el dueño de tus amores/Que tú no me olvidas/ Que yo tengo la llave de tu alma/ Que yo soy el hombre de tu vida”

La conclusión a la que arribamos es que existe una firme tendencia, liderada por compositores de gran valía en la que se procura mostrar cierta superioridad frente a sus oponentes o frente a la opción tomada por la mujer que pretenden. Son gestos muy desproporcionados y que obedecen -a nuestro juicio y salvo mejor criterio-, a una visión en la que prima un machismo innecesario. Incluso, se trata de cantos pegajosos donde se echa de menos un esfuerzo edificante para obtener la victoria y el cariño de la amada en franca lid. El resultado de esa tendencia discutida es una verdadera fiesta del ego y podría dar paso a fomentar el uso de términos vulgares de usanza en otros géneros musicales.

Por último, una muestra de la posibilidad poética de esos encuentros o desencuentros con la novia esquiva, la podemos apreciar en el canto “A fuego Lento” de Daniel Celedón. Esa si es una perspectiva distinta y menos grosera ante el sinsabor de ver en riesgo la mujer que se ama…. Esto dijo Celedón…

¡Qué dolor me dio mirarla esta noche!/ Si yo lo hubiera sabido
no me hubiera ido para esa reunión/ “Vienen muchachas que tú no conoces»/ Eso me dijo un amigo y quedé sorprendido cuando ella llegó/ Mi amigo ignoraba todo lo nuestro/ Ella quedó confundida ya hacía muchos días que no sabía de mí/ Después que todo acabó por completo/ Yo no sabía de su vida ni ella de la mía cuando me despedí

Y Daniel Celedón gana cuando entra a describir los detalles presentados en el baile del que el protagonista hace las veces de espectador. La canción se titula “A Fuego Lento” y nos sorprende toda esa capacidad para mostrar la intensidad del momento y la impotencia ante tanta desesperanza. El oponente pasa desapercibido y no hay palabras de ofensas en su contra.

“La miré bailar con otro en silencio:/
Su cinturita rodeada por manos extrañas más me conmovió”

A manera de consejo para las nuevas generaciones de compositores de vallenato, es importante desmarcarse y dejar en paz a los “noviecitos”. Una mejor concentración nos permite seguir haciendo poesía sin morir en el intento, mostrando una actitud imperturbable y respetando la dignidad de los rivales.

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