No todo lo que brilla en la IA es oro

Compártelo:

Por. Roberto Goji

A medida que la inteligencia artificial avanza, no puedo evitar imaginarla como ese amigo que siempre tiene algo que decir… aunque, a veces, uno dude si realmente sabe de lo que habla. Es rápido, confiado, siempre dispuesto a sacarte de apuros: le preguntas cualquier cosa —desde la receta olvidada de la abuela hasta ese dilema laboral que no te deja dormir— y él, sin pestañear, te responde con una seguridad que suena incuestionable. Pero, entre nosotros: no siempre acierta.

Hace unos días, una abogada sabia —a quien admiro profundamente— me compartió un libro fascinante sobre derecho e inteligencia artificial. Lo leí con curiosidad y, sin darme cuenta, me quedó rondando en la cabeza. Estaba escrito por personas que han dedicado años a entender cómo estos sistemas impactan nuestras vidas y, justo ahí, entre teorías complejas y reflexiones profundas, encontré algo que me dejó pensando. Resulta que incluso los expertos más reconocidos sienten preocupación por la forma en que los algoritmos pueden equivocarse: generando injusticias o discriminaciones sin que nadie lo note fácilmente. Piensa en esto… si ellos, que viven inmersos en estos temas, sienten inquietud, ¿qué nos queda a los demás, que apenas estamos empezando a entender cómo funciona todo esto?

Les contaré lo que le pasó hace poco a un amigo: Carlos. Es profesor universitario y estaba preparando una clase sobre historia. Como andaba corto de tiempo, recurrió a una IA para que lo ayudara a encontrar información atractiva sobre un período histórico específico. La respuesta que recibió parecía fantástica: llena de detalles, anécdotas curiosas y datos llamativos. Emocionado, Carlos armó toda su clase con base en lo que la IA le había entregado.

¿Y qué pasó? Pues que, al comenzar la clase, uno de sus estudiantes —apasionado del tema— levantó la mano y le dijo: “Profe, creo que esa historia no es del todo correcta… ¿está seguro de que fue así?” Carlos, algo desconcertado, revisó rápidamente otras fuentes más confiables y, efectivamente, descubrió que la IA había mezclado hechos reales con leyendas urbanas que circulaban por internet. La situación fue incómoda, sí, pero también se convirtió en una oportunidad valiosa para enseñarle a sus estudiantes algo mucho más profundo: la importancia de cuestionar lo que una IA nos dice.

Vamos a ser sinceros: la IA es impresionante, sí, pero no piensa como tú o como yo. No tiene intuición, ni sentido común, ni esa mezcla de sabiduría y experiencia que uno va ganando con los años. Lo que hace es recopilar fragmentos de información, organizarlos en patrones atractivos y entregarlos en un paquete que luce —y suena— muy convincente. Pero ahí está la trampa: dentro de ese paquete pueden esconderse errores, sesgos, prejuicios… y tú, sin darte cuenta, puedes aceptarlos como si fueran verdades.

Es como cuando compras algo por internet porque la foto se ve increíble, y cuando llega el paquete, descubres que no se parece en nada a lo que esperabas. Esa es la realidad que debemos tener presente al usar inteligencia artificial. Por eso cada vez que tengo la oportunidad,  digo en sesiones de mentoring con mis clientes —y ahora les digo a ustedes—: hay que desarrollar el hábito de cuestionar, no podemos ser consumidores pasivos. No basta con aceptar lo primero que aparece en pantalla. Hay que preguntar, dudar, investigar, contrastar… y, sobre todo, pensar. Pensar por uno mismo.

Cuando se habla de inteligencia artificial, abundan las grandes promesas: precisión, rapidez, eficiencia. Y muchas veces es cierto. Estos sistemas pueden hacer cosas increíbles —desde facilitarnos la vida hasta resolver problemas que, de otro modo, tomarían días o semanas—. Pero no debemos olvidar algo fundamental: la IA es solo una herramienta. Fue creada por personas, y se alimenta de datos que, como nosotros, también están llenos de imperfecciones.

Si de verdad queremos sacarle provecho, debemos manejarla con cabeza fría y ojos bien abiertos. Usar nuestra inteligencia humana para complementar —no sustituir— lo que la IA nos ofrece. Y activar ese sentido crítico que tanto necesitamos hoy.

Como bien dirían los abuelos —adaptando con cariño sus sabias palabras a este mundo digital que nos tocó vivir—: recuerda siempre que no todo lo que brilla en la IA es oro.

¿Y tú? ¿Has tenido alguna experiencia similar con la IA? Cuéntame en los comentarios o escríbeme, me encantaría conocer tu historia.

Por. Roberto Goji
email: roberto.goji@miurahub.com.

linkedIn https://www.linkedin.com/in/robertogoji/

Compártelo:
“El liderazgo femenino transforma realidades”: Foro de Mujeres Emprendedoras en Cartagena
30 marzo 2025
Elucubraciones sobre el concepto “Mundo historial” y otras canciones de Juancho Polo Valencia.
30 marzo 2025