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“Restos orgánicos de un mundo anterior”, novela sobre pérdidas y reconquista de la memoria

Paul Brito es un escritor nacido en el Caribe colombiano que ha publicado cinco libros de narrativa. Sus textos han sido traducidos a seis idiomas y colabora en medios colombianos y españoles.

En su último libro, Restos orgánicos de un mundo anterior, editado por Seix Barral, nos traslada a sus años de infancia y pubertad. Este corto relato tiene la estructura arquetípica de toda gran historia y es por medio de esas conexiones en nuestro inconsciente que Brito nos empuja a nuestros propios recuerdos para terminar viviendo, junto con el pobre Pe, sus vanas colisiones contra el mundo.

Esa empatía la logra Paul Brito en 42 viñetas trasparentes. Cada uno de esos fragmentos, que no supera las 2 páginas, es un uppercut que nos saca el aire. Esa brevedad es difícil de lograr. Ninguna de sus líneas tiene una intensión estética o propuesta poética, aunque consigue poetizar cada evento. Es por eso que, en medio de sus inmensas pérdidas, reinventamos también nuestras formas de abandono.

No se trata de las agonías de Werther ni mucho menos del hervor azucarado de la nostalgia, sino de un intento por salvar a los seres, es decir, se trata de una reinvención de la memoria. De la reinvención de su padre Fabio “El Canario” Brito, exfutbolista y protagonista del futbol colombiano quien murió tempranamente y de su madre Marina Ramos Roca, quien moriría de mal de Parkinson. “La memoria –se lee– es el único artefacto capaz de traer de vuelta la brisa fresca del mar y el patio de la infancia, el único mecanismo que puede rescatar por un momento el tiempo perdido en que el mundo era apenas una cantera”.

“La memoria del pasado no está hecha para recordar el pasado; está hecha para prevenir el futuro. La memoria es un instrumento de predicción”, dijo Alain Berthoz, en el sentido de que, anclados en la memoria damos forma a nuestro futuro. No obstante, de la misma manera necesitamos olvidar muchísimas cosas en la vida y en ese intento desordenamos (y reordenamos) la vida en los anaqueles de recuerdos con la sola finalidad de poder continuar íntegros. Acaso por eso Brito escribe: “Ahora es Pe quien está de frente al futuro, de cara a la muerte, en la filosa punta del presente. Quizá sea ese el destino de toda persona y su única libertad: diseñar el último e insalvable naufragio, perfeccionarlo sellando todas las salidas, todas las falsas claridades y los provisorios rescates, hasta que ya no quede más reducto que el interior de uno mismo ni más retorno que la muerte”.

Con este libro el autor demuestra lo que dijo la abuela Isak Dinesen: “Se puede soportar todo el dolor si lo convertimos en una historia”.

En su novela hay, al parecer, un delicado tejido entre realidad y ficción. ¿Cómo adaptó el universo de sus recuerdos al género de la novela?

En realidad, no hay ninguna gota de ficción en mi libro. Me propuse prescindir de toda fabulación y de todo elemento ficticio, y quedarme solo con los hechos reales. Por eso renuncié a darle forma lineal. Y por eso también consulté a familiares y amigos para verificar que mis recuerdos fueran correctos. Me metí en hemerotecas, consulté libros de historia, entrevisté a neurólogos para entender más la enfermedad de mi madre, viajé a Pereira para investigar el paso de mi padre por el equipo de fútbol de esa ciudad. Intuía que en la medida que fuera fiel al marco verídico podría hallar verdades más vitales. Intuía también que de esa forma podía encontrar cierto tipo de lirismo y de simbología aterrizados en lo real. Si tomé prestado algo de la ficción, fueron solo herramientas y recursos literarios.

¿Cómo le fue en ese ejercicio de equilibrista? ¿Qué elementos de la realidad evitó y qué elementos le ayudaron a crear la arquitectura del libro?

Evité los detalles más viscerales, el ámbito más privado de mis sentimientos y emociones, el proceso más íntimo de mi duelo por la muerte de mi madre, porque podían alejarme de verdades más universales. Y me quedé solo con las emociones y los sentimientos que pudieran servirme de instrumentos para comprender más la naturaleza humana y las preguntas fundamentales del libro: ¿qué es la muerte y la vida? ¿cómo nos condicionan los afectos? ¿La vida es movimiento y la muerte es reposo, o más bien la muerte es agitación absoluta, energía transformándose?

¿Qué papel jugó el dolor en ese planteamiento literario?

Nietzsche decía que el dolor nos profundiza y Edgar Allan Poe aseveraba que no podía haber belleza sin dolor. Estoy de acuerdo con ellos: el dolor, usado estética y filosóficamente, nos ayuda a acceder a rincones insospechados de nosotros mismos. En cambio, otro tipo de dolor solo nos lleva a regodearnos en la autocompasión; las lágrimas empañan nuestra visión de la realidad y se vuelven un círculo vicioso; el puro sentimentalismo y la nostalgia como boba idealización no me interesaban, por eso no me quedé solo con mis recuerdos ni con el dolor solo por el dolor. No quería usarlos como un fin en sí mismo sino como un bisturí para acceder a algo más.

¿Considera que es una novela sobre la fuga de los seres queridos?

Si te refieres a fuga como ese salto fuera del rito implacable del que hablaba Camus en El extranjero, entonces sí. Es una novela sobre los grandes abismos que nos toca zanjar en la vida incluyendo, claro está, el último hacia el movimiento absoluto que es en el fondo la muerte.

Si el pasado ya fue y es irrecuperable, ¿para qué sirve tratar de revivirlo?

El pasado ya está cerrado, pero como nosotros no retenemos el pasado concreto sino sus huellas en la memoria, esas huellas en el barro de nuestro ser siguen cobrando forma mientras la vida siga abierta. El tiempo no pasa; no va de adelante hacia atrás sino de afuera hacia adentro; es como si siempre lo estuviéramos adocenando en nuestro interior de acuerdo con las dimensiones de nuestro presente y a las expectativas del futuro.

Cada libro suyo tiene un estilo distinto. ¿Esto es deliberado o se trata de una búsqueda estética?

Es deliberado y es una búsqueda estética. Pero a la vez es un destino inevitable si uno asume el arte, la literatura, como una vuelta al origen, como viaje hacia la intuición original que nos lanzó a escribir. Para conocer esa semilla a fondo, me parece muy útil explorarla desde diferentes enfoques y registros, desde distintas miradas y posibilidades plásticas. En cada género literario yo he encontrado maneras diversas de comprender la misma obsesión que vengo persiguiendo desde antes de asumirme como escritor y que yo llamo juguetonamente Teoría de la Continuidad.