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A Cartagena

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Por: Mónica Fadul Rosa

Cartagena de Indias, la ciudad  que el Libertador  aclamó como heroica, la que le hizo grandes favores a la República, cuenta con un conjunto monumental militar  que la  hace ser reconocida como una de las  mejores  plazas fuertes de la América colonial.  Es a su vez y desde la misma época uno de los puertos más importantes del país  y del gran  Caribe.

Sus privilegiadas condiciones naturales y las  construidas estratégicamente, la convierten en la ciudad primada del país para que continúen afincándose empresas con vocación exportadora y al tiempo avanzar en  su perfeccionamiento  como plataforma logística para el comercio exterior.

Al esfuerzo privado en materia portuaria, tanto aérea  como marítima, hoy ampliamente reconocido, hay que sumarle la inversión gubernamental que se ejecuta en  las obras que repercutirán en el bien de sus cuerpos de agua y la protección del territorio, la navegabilidad del Magdalena y las obras del Dique, que además de necesarias,  no sólo serán  beneficiosas localmente sino  para el país entero. También a los esfuerzos del sector productivo en diferentes ámbitos como el comercio y el turismo entre otros.

Sin embargo, la ciudad tiene enormes desafíos, hoy más profundos que antes de la pandemia. Se han perdido años de trabajo dirigido a mejorarlos, algunos con relativo éxito como fue la lucha contra la pobreza; otros no tanto  como en el caso de la educación  y  que ya venían en deterioro antes de que apareciera el covid.

Si por competitividad entendemos “la capacidad que tiene una empresa, una región o un país de obtener la mejor rentabilidad en el mercado respecto de sus competidores y su fin último es generar prosperidad colectiva”, Cartagena entonces a pesar de sus casi 500 años de existencia,  tiene  muchos asuntos pendientes,  muchos y muy demandantes, entre otros, avanzar en la construcción de una sólida institucionalidad  pública territorial, en la que todos tenemos obligaciones, de manera que no veamos postergar de manera recurrente el progreso, que por antonomasia es incluyente.

Cartagena nos necesita a cada uno de sus  habitantes dando más  y dando lo mejor que cada uno tenga; sin esperar que el otro actúe bien para comenzar a hacerlo uno mismo  y así,  ir construyendo un espiral de virtudes cívicas que nos permitan superar esos desafíos sociales, gestados  con el paso implacable del tiempo  y por múltiples causas. Se necesitan,  parafraseando a Maquiavelo, leyes justas, administración eficiente, comunidad comprometida y control fuerte, todo al tiempo, y en todos hemos tenido y tenemos  fallas.

Un mensaje: temámosle  a la falta de capacidad para responder a nuestros enormes retos colectivos, a evadir las  advertencias que nos está oponiendo constantemente la ciudad, a no elevar nuestros niveles de conciencia y   quedarnos  reducidos a simples espectadores o a tibios actores.

La bella y varias veces heroica merece nuestros  mejores regalos, todos los días. Y mientras, gracias por tanto.

 

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