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La tercera vuelta

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Por: Danilo Contreras

La palabra “cambio” es una expresión sugestiva que mueve muchas emociones y sensibilidades, pero que también ha sido prostituida en el argot de las campañas electorales donde incluso los sectores opuestos al progreso y a las transformaciones, suelen usarla para cazar incautos.

El siglo XXI se constituye en una era de innovaciones definitivas marcadas por el cambio climático, las amenazas a la democracia liberal, como en Brasil, y la agudización de los conflictos geoestratégicos que hoy tienen epicentro en la guerra de Ucrania.

Colombia no escapa al sino de los tiempos y como respuesta al régimen autoritario y represivo que ha tenido sus últimos estertores con el gobierno uribista de Iván Duque, de tan ingrata recordación para un amplísimo sector de la opinión nacional, salimos a votar en 2022 sin vender nuestra conciencia. No cabe duda que la elección de Gustavo Petro constituye un viraje profundo en el curso de la historia nacional, por el discurso que el presidente representa y por sus antecedentes de luchas populares.

Particularmente he arribado a la firme convicción de que el triunfo electoral de 2022 del Pacto Histórico atiende a la reunión de factores objetivos de insatisfacción en el orden social y económico desatados por la pandemia que aún padecemos y la pobreza que vino aneja a la enfermedad, así como a factores de orden subjetivo y político que han movido a las mayorías ciudadanas a intentar dar una nueva significación a la palabra “cambio”, más allá del postulado hipócrita y electorero de quienes precisamente representan lo contrario a las transformaciones.

Creo además que el triunfo se debe, también en Cartagena y Bolívar, a la movilización de ciudadanías libres e independientes, que más que responder a una militancia partidista, entienden que los grandes desafíos que enfrentamos en la actualidad, no pueden ser afrontados bajo los mismos esquemas de un modelo político, social y económico que segrega, empobrece y destruye tanto al ser humano como a la naturaleza que nos alberga, sacrificando todo lo bueno que tiene la existencia en el templo oscuro de la codicia sin freno que motiva a la política tradicional, que año tras año, elección tras elección, monta su maquinaria para seguir entrando a saco al tesoro público.

Los cambios y las transformaciones no son fáciles, ni pueden impartirse desde las alturas de la capital andina. Por el contrario, los cambios y las transformaciones deben tener un enfoque territorial, líderes regionales y equipos que conozcan el territorio, pues los problemas regionales tienen características que varían de un lugar a otro.

En Cartagena y Bolívar ese cambio es inaplazable, y en manera alguna puede estar representado por quienes han burlado el interés general y se han enriquecido a costa de la expoliación y el abuso de los más necesitados, echando al basurero de la historia nuestras posibilidades de progreso y desarrollo con inclusión y garantía de derechos para todas y todos. Esa es la verdadera fuente de la paz que tanto anhelamos. Oportunidades es lo reclaman nuestros jóvenes, mujeres, campesinos, afros, indígenas, obreros, economías populares, empresarios honestos, innovadores, artistas, ciudadanos del común.

El Pacto Histórico en Cartagena y Bolívar, así como en todos los municipios del departamento, tienen ahora el reto de triunfar en “una tercera vuelta electoral” como lo hicimos ya en 2022. Las ciudadanías libres e independientes que votaron a Petro y a sus listas de Congreso en nuestro departamento, no perdonarán una claudicación en los ideales y anhelos de “cambio” que solo pueden ser encarnadas por dirigentes sin tacha que puedan testimoniar luchas y causas al lado de los necesitados.

Debemos disponernos a dar esa nueva batalla democrática con fuerza, madurez y gran discernimiento para que no nos engañen con cantos de sirena. Lo viejo no puede ser nuevo.

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