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El decoro de la palabra

Por: Bernardo Romero Parra

En estos días ha surgido nuevamente en Cartagena un debate sobre el uso de palabras obscenas en canciones del género popular, hecho que se repite en temas de cultura ciudadana ya que hace varios años se discutía también en el Concejo el “caso de los bailes plebes”, donde los niños eran protagonistas de danzas eróticas. En ambos casos salieron a relucir los conceptos de quienes le quitan importancia al tema y los que planteaban la regulación, y hasta la censura de toda expresión vulgar en la palabra o en los movimientos corporales en público.

En esta columna hemos analizado esta clase de situaciones, encontrando que la inclusión en el uso frecuente de palabras vulgares en el lenguaje de las familias y de comunidades enteras es causa de la pérdida de la decencia y el respeto en el trato, lo cual produce degradación de la relaciones humanas entre sus integrantes, lo que es llamado la ruptura del tejido familiar. Lo evidencia la falta de consideración de los menores al hablar con las personas mayores utilizando sin ningún recato palabras de grueso calibre a la que atribuyen diversos significados, algo inaceptable en épocas anteriores, pero que hoy los anarquistas sociales defienden en público, pero que con seguridad repudian al interior de sus hogares.

Como comunidad macro, nuestra ciudad no puede seguir adoptando comportamientos perjudiciales a la sana convivencia so pretexto de no vulnerar la libertad de expresión y el libre desarrollo de la personalidad, ya que otras urbes avanzan en su desarrollo socioeconómico gracias a la puesta en práctica de conductas ciudadanas de autorregulación y respeto a los derechos de los demás, mientras en estos lares retrocedemos perdiendo las dimensiones y valores propios del ser llamado desde su creación a trascender con el aporte de sus cualidades en el logro del bienestar individual y colectivo, siendo la degeneración de la cultura otra trampa de la pobreza; realidad cruel y dolorosa que podemos evidenciar a diario en Cartagena donde más de medio millón de sus habitantes sobrevive en la alienación y la miseria, pero que cada fin de semana al ritmo de los picós son los clientes VIP de las empresas de licor y cervezas.

Cada quien puede tener la libertad de escuchar canciones con palabras soeces, y eso pertenece a la intimidad del ser, pero lo que no se debe es amplificarlas en los medios de comunicación obligando a otros a oírlas como los niños, ya que ellos aprenden con el ejemplo y si no se frena esta situación muy pronto tendremos una sociedad donde el decoro de la palabra solo fue un buen recuerdo del pasado.

*P.U. Comunicación Social Periodismo. Especialista en Formación de Formadores.